El Colegio
Un pequeño desvío, a la izquierda de la carretera, lleva hasta la entrada del pueblo. A un lado, una pequeña gasolinera abandonada; al otro, un silo también abandonado, o tal vez tan solo en desuso. Sigo avanzando, despacio, sin ver a nadie y aparco el coche en una plaza, la plaza del Recreo. M gusta el nombre. Como no podía ser de otra manera, en uno de los lados, una escuela. No es nueva, pero ha sido reformada y su aspecto es impecable. Me parece demasiado grande para el tamaño del pueblo. Corren malos tiempos. La gente del campo continúa emigrando a las grandes ciudades. A pesar de todo, la escuela, destaca orgullosa entre las edificaciones de la plaza, la plaza del Recreo.
Paseo sin prisas. Al otro lado de la escuela, no en la plaza sino en la carretera, hay otro silo, enorme y, este sí, totalmente abandonado. Me sorprende el contraste. Por un lado la escuela en la que un grupo de niños mira con esperanza al futuro; por el otro, el imponente silo abandonado, símbolo de un presente o de un pasado no demasiado lejano. De la escuela me sorprende otra cosa: no se ven ni se oyen niños, ni maestros. Silencio total. Son las once de la mañana, más menos. Doy una vuelta por el pueblo y regreso a la escuela una hora más tarde. Sigue sin haber movimiento. Si no fuera por el aspecto del edificio, de los patios, todo cuidado y limpio, se diría que está, como el silo, abandonado. Me cruzo con un hombre, con la cara curtida por el sol y llena de arrugas. Le pregunto si hoy es festivo, por lo de la escuela sin niños. Me responde con un no muy seco. Le insisto por la ausencia de niños. Se encoge de hombros. No sabe nada de nada. No hay palabras. Desaparece. Quizás él nunca tuvo la oportunidad de ir a ninguna escuela y el asunto no le preocupa. Del colegio otra cosa me llama la atención. Las canastas del patio están en buen estado pero no tienen redes. En cambio, las porterías de fútbol sí las tienen. Tal vez por eso al fútbol le llaman el deporte rey.
Doy la vuelta a la escuela y me acerco al silo. Impresiona su tamaño y su decadencia. Está vallado. Dentro un asno se acerca a la valla, un poco temeroso, y me mira. Dos extraterrestres en un planeta deshabitado. Me alejo y sigue mordisqueando hierba.
Como me intriga el tema de los niños que debería haber pero no hay, vuelvo al día siguiente. Faltan pocos minutos para la una del mediodía. Todo continúa igual. No encuentro a nadie para preguntar. Para mí sigue siendo un misterio. De vuelta a casa busco en internet. En el buscador me sale un mensaje en rojo, “colegio público… cerrado temporalmente”. No especifica el porqué. Tal vez un nuevo brote de covid. Quién sabe. La navegación por la red me lleva a una noticia del año anterior titulada “Rescatado un burro atrapado en un silo de grano”. Fue en el pueblo en cuestión. No sé si será el mismo burro que vi. En todo caso, si se trata del mismo, sigue vivo, aunque en la zona del silo. Espero que vaya con cuidado.